martes, 24 de enero de 2012

Monográfico sobre adopción. Fuente Revista Gizarte.doc

Javier Múgica Flores
Psicólogo y Terapeuta Familiar especialista en acogimiento y adopción.
Miembro del Servicio ADOBERRI y del Servicio Arlobi-Adoptia de
Agintzari S. Coop.


 ¿Por qué adoptan las familias vascas? ¿Cuáles son sus expectativas? Aunque cada fami-lia sea un mundo, ¿cómo valoran esta ‘aventura’?

JM.- Las familias vascas adoptan porque los adultos que las conforman quieren ser padre y/o madre de un niño o de una niña que necesita una familia. Sus expectativas son las de cualquier padre o cualquier madre; ser felices y hacerlo lo mejor posible. Habitualmente y sobre todo en el inicio del proceso no tienen conciencia de que van a adoptar a un menor víctima de abandono y normalmente víctima de situaciones muy desfavorecidas (malos tratos, negligencia, institucionalización …) y todas ellas en edades muy tempranas. Desconocen el alcance de estas vivencias y las consecuencias y secuelas que tienen en el desarrollo de los niños, en su personalidad, en su integración, en la convi-vencia, en sus relaciones con adultos e iguales. Normalmente el choque entre las expectativas de los adoptantes más o menos ideales y la realidad del niño es fuerte y provoca muchos sustos, dis-gustos, conflictos e incomprensiones. Afortunadamente la mayor parte de las situaciones se resuel-ven favorablemente. Los niños y niñas mejoran muchísimo, se podría decir que florecen. No en vano la adopción es la medida de protección que mejores resultados ofrece, teniendo en cuenta que a ella llegan los niños y niñas con peores condiciones de desprotección. Mayoritariamente las familias valoran muy positivamente su “aventura”, aunque reconocen que es más dura de lo que se habían imaginado y que cuando tomaron la decisión no tenían ni idea.


 ¿En qué medida son frecuentes los casos de adopciones que ‘terminan mal’ (es decir, en los que no se da la necesaria integración del menor adoptado con su nueva familia y/o en los que la adopción fracasa)? ¿De qué porcentaje podríamos estar hablando?

JM.- Las adopciones que terminan en un reabandono, pues no existe la posibilidad de “devover” a la criatura son muy pocas. Las investigaciones hablan de algo mas de un 1% en los menores adopta-dos antes de los tres años y esta cantidad sube a un 7% aproximadamente en los casos de adopta-dos mayores de 7 años. De todas maneras estas cifras cambiarán a medida que se vayan desta-pando situaciones. En Europa hablan de un porcentaje de fracasos entre el 10% y el 15%. En cual-quiera de los casos menos que en otras medidas de protección. En nuestra comunidad todavía no tenemos datos. La población adoptiva es muy joven todavía. Habrá que ver que pasa cuando lle-guen a la adolescencia. Es muy probable que las adopciones fracasadas, truncadas o conflictivas aumenten en los próximos años y es conveniente que empecemos a estudiar la situación y proyec-tar soluciones adaptadas al proceso adoptivo.


 ¿Cuáles son los factores que habitualmente dificultan o impiden esa buena integración? O, dicho de otro modo, ¿qué factores permiten prever que el proceso de integración va a ser bueno? ¿Se trata de factores individuales (edad, origen, características de la familia) o están más bien relacionados con el entorno y el tipo de apoyo recibido?

JM.- Un predictor de éxito claro es el tener expectativas realistas. Se adoptan solo niños y niñas víctimas de abandono y esta es una experiencia que sucede en unas circunstancias que lo normal es que dejen secuelas importantes en el desarrollo y en la personalidad del niño o niña afectada. Otro predictor importante es el haber dispuesto previamente a la adopción de información realista y formación especializada y específica sobre la realidad del niño adoptado, su especial proceso de integración y las dificultades previsibles. Otro de los predictores más importante es la apertura hacia las especificidades de la condición adoptiva de su hijo o hija, el ser capaces de acompañarle en su proceso de comprensión de su pasado, sus orígenes, los motivos de su abandono, el acompañarle en esa búsqueda que realizan el 100% de las personas adoptadas y que necesitan para poder inte-grar sus mundos de referencia y legado en uno solo. Otros predictores tienen que ver con el estilo parental y capacidades que los adoptantes puedan tener. Su capacidad para afrontar dificultades, situaciones de estrés, la revelación y búsqueda de orígenes…El haber tenido una historia personal en la que predominan las experiencias de apego seguro y por tanto el disfrute de las capacidades que dicho estilo de apego conlleva (seguridad, confianza, empatía, autocontrol y autorregulación, autoestima positiva, sociabilidad, capacidad de disfrute, iniciativa…). Estos y otros que se evalúan en el proceso de idoneidad son relativos al adoptante pero también los hay relativos al menor adop-tado como : la dotación biológica del niño (su fuerza y resistencia personal), la edad en cuanto can-tidad de tiempo expuesto a condiciones adversas de maltrato, negligencia e institucionalización ; la calidad de los cuidados protectores habidos antes de la experiencia de abandono y de adopción posterior; el haber disfrutado de alguna figura de apego seguro anterior; la gravedad de las secuelas es otro predictor pues hay menores cuyo daño emocional lastra gravemente su desarrollo y su salud mental y por tanto se tratará de menores más difíciles de educar y rehabilitar. Para finalizar no hay que olvidar factores de carácter social y comunitario que tienen que ver con la oferta de ayuda y apoyo especializado y específico (cuando sea necesario) tanto a los niños adoptados como a sus familias. El que una comunidad disponga de profesionales conocedores de los procesos de abando-no/adopción y que sepan acompañar a los adoptantes, a los enseñantes de estos niños (que tampo-co lo tienen fácil) y que se pueda acudir a ciertos recursos de ayuda y orientación minimiza también los fracasos. Algo fundamental son también los grupos de autoayuda de adoptantes donde pueden intercambiar experiencias y recursos de todo tipo… Lógicamente el fracaso se minimiza atendiendo a los diferentes protagonistas: donantes o familiares biológicos, adoptados, adoptantes, técnicos y profesionales… el entorno del adoptado también debe ser apoyado y dotado de recursos como la escuela, los pediatras, los psicólogos infantiles. La actuación sistémica predice también el éxito.


 Aún en los casos en los que podemos hablar de una buena integración en la nueva fami-lia, ¿con qué problemas se encuentran estas familias en su vida cotidiana? ¿Son distin-tos, o se perciben de forma distinta, estos problemas por parte de los niños/as adopta-dos/as y de sus familias?

JM.- La adopción en sí no aporta ningún problema, no supone una patología ni es un trastorno. El problema siempre radica en el abandono previo y en las experiencias de desprotección que el me-nor haya sufrido. Los niños adoptados y los no adoptados están hechos de la misma materia y subs-tancia. Si a un niño no adoptado le sometemos a ciertas condiciones de deprivación tendremos el mismo resultado de un menor víctima de abandono y de sus consecuencias. De forma cotidiana encontramos en un porcentaje importante de menores adoptados los siguientes problemas propios de los menores que han desarrollado estilos de apego inseguro como: retrasos en las diferentes áreas de desarrollo y además retrasos dispares, problemas de autocontrol y autorregulación de las emociones (rabia, tristeza, miedo) y de los impulsos, dificultades para prestar atención, dificultades de aprendizaje, excesivas demandas de atención, desconfianza, miedo permanente al abandono, desapego por las cosas, conflictos relaciones, comportamientos disruptivos… Todos estos proble-mas son la manifestación de las secuelas del abandono y precisan reparación, apoyo y con frecuen-cia tratamiento especializado o apoyos puntuales. A veces las familias adoptivas, muchos profesio-nales y casi todos los ajenos al mundo de la adopción, no pueden ver y valorar la intensidad de estas dificultades y minusvaloran la intensidad y problematicidad de estas secuelas, con lo que fre-cuentemente son tratados como niños “normales” y no como las auténticas víctimas de abandono que son. La familia adoptiva tiene tareas que no tiene la familia que lo es y el niño adoptado tiene necesidades que los niños que no lo son no tienen (reparación de los daños, incorporación a una nueva familia, a una nueva cultura, idioma, costumbres, a un nuevo mundo… elaboración de la condición adoptiva, que es un estigma que dura toda la vida y afecta incluso a los descendientes…


 ¿Cuáles son los apoyos básicos que necesitan las familias adoptantes por parte de la sociedad y, específicamente, de las instituciones? Y, en ese mismo sentido, ¿cuáles son las instituciones que deberían revisar en mayor medidas sus actuales líneas de actua-ción?

JM.- Las familias adoptivas necesitan más comprensión y más apoyo de la comunidad para sacar adelante a sus hijos. Necesitan reparar los daños que el abandono provocó en sus hijos, necesitan terapias específicas. Necesitan formación específica para abordar la crianza de sus hijos, para abordar el trabajo sobre la condición adoptiva y ayudar a sus hijos e hijas a comprender y elaborar su experiencia de abandono. Necesitan diagnósticos fiables y no parciales o erráticos, para lo que es preciso técnicos de la salud física y mental preparados, formados y competentes en las especifi-cidades de la experiencia de abandono-adopción. Necesitan enseñantes y comunidades escolares capaces de no discriminarles e integrarles satisfaciendo sus necesidades educativas especiales. Necesitan institucionalmente servicios de postadopción que les faciliten el proceso de integración de sus hijos a nivel personal, familiar, escolar y social y les ayuden a abordar las especificidades de la adopción (revelación, búsqueda de orígenes, contactos con orígenes, mediación con orígenes…). Necesitan grupos de autoayuda donde compartir experiencias con otros adoptantes, adoptados o donantes.


 ¿Cuáles pueden ser los elementos clave de un buen programa de post-adopción?

JM.- Fundamentalmente tiene que ser un recurso accesible para las familias adoptivas, para los adoptados y no estaría de más que pudiera abordar las situaciones de los donantes o biológicos. Debería potenciar la autonomía y responsabilidad de las familias adoptivas y orientar a cuantos otros profesionales y recursos comunitarios precisaran de ayuda para integrar mejor a los adopta-dos. No solamente adopta la familia adoptiva, también lo hace la escuela, la familia extensa, la co-munidad… Tiene que ser un recurso especializado en las situaciones propias de la adopción que orientara a las familias sobre las necesidades específicas de las personas adoptadas. Debería tener también una dimensión social y comunitaria en la línea de promover cambios en la forma en que la sociedad concibe la adopción. Hoy por hoy hay mucha edulcoración en el ámbito de la adopción que no ayuda. Estaría bien que fuera un recurso con capacidad para desarrollar intervenciones en situa-ciones de crisis que pudieran vivir las familias y los adoptados. Un recurso que facilitara a los adop-tantes estrategias y recursos para el abordaje de la condición adoptiva (revelación, búsqueda de orígenes, comprensión y aceptación de los orígenes…)


 ¿Hasta qué punto tienen similitudes y divergencias las adopciones nacionales y las inter-nacionales?

JM.- Hay similitudes en cuanto a las secuelas de la experiencia de abandono y en cuanto a las ne-cesidades de reparación y elaboración de la condición adoptiva que consiste básicamente en elabo-rar la experiencia de abandono e integrarla funcionalmente. Pero hay diferencias importantes en cuanto a la misma experiencia de abandono. La vida de la infancia desprotegida o en desamparo es muy desigual en los diferentes países de donde proceden los menores. Pueden darse condiciones de desamparo muy adversas (hambre, desnutrición, insalubridad, pobreza estimular, masificación y ausencia de trato individual y afectivo…). Los mundos de origen y de adopción pueden ser muy dispares. Muchos niños adoptados mayores vienen hablando otra lengua y tienen que adaptarse a nuestras formas de vida cultural y social sin preparación previa. Una diferencia fundamental y cada vez observamos que tiene muchas consecuencias es la transracialidad de las familias adoptivas. En torno al 80 u 85% de las familias adoptivas han adoptado fuera de nuestra comunidad y esto supone en muchas ocasiones adoptar niños y niñas con rasgos orientales, africanos, amerindios, eslavos, asiáticos, gitanos… Niños y familias soportan a diario con más frecuencia de lo que se conoce agre-siones racistas, xenófobas, que tienen consecuencias negativas en su autoestima, autoimagen y atentan contra sus derechos. Los niños con rasgos físicos muy distintos a los de sus adoptantes sufren esta diferencia y esto afecta a su identidad. Tienen además de todas las necesidades rela-cionadas con la elaboración de su abandono-adopción, la necesidad de aprender a crecer en un entorno mayoritario “blanco”, siendo ellos de un aspecto exterior diferente y sin la posibilidad de reconocerse en sus adoptantes desde el punto de vista físico. Blancos por dentro y more-nos/orientales/rubioeslavos por fuera. Su socialización es la mayoritaria pero algo importante en lo físico no concuerda. Aquí todavía tenemos poca experiencia en el trabajo de transracialidad.


 Dados los problemas que se plantean en el acogimiento familiar de menores, ¿puede la adopción nacional ser una forma de dar respuestas a los casos de desprotección infantil?

JM.- La adopción y el acogimiento familiar son dos medidas de protección que se aplican para situa-ciones diferentes y que responden a necesidades distintas tanto de los niños y niñas como de su situación familiar de origen. Por tanto son medidas que no deben ser confundidas ni mezcladas y que una no es mejor ni sustituye a la otra. En la práctica presentan más similitudes que diferencias: comparten que dan respuesta a menores que han vivido importantes carencias socioemocionales en sus primeros años de vida y que han tenido que ser separados de sus familiares; comparten que la integración familiar de estos niños y niñas tanto en los acogimientos como en las adopciones es costosa, requiere tiempo y apoyos complementarios especializados. Sin embargo presentan como diferencia clara el hecho de que el mantenimiento de los contactos para la estabilidad emocional del menor en el acogimiento familiar va a requerir que esto deba ser comprendido, aceptado y valorado por parte de las familias que se ofrecen a acoger y que entiendan que deben estar dispuestas a conocer y mantener un contacto mediado por profesionales con los padres de los menores. Son las propias familias las que deben valorar y comprender si su ofrecimiento se puede ajustar a los requi-sitos de una u otra medida o de las dos ya que ambas son igualmente necesarias. En este sentido el acogimiento y la adopción no son medidas intercambiables; son las familias las que pueden dar respuesta a una u otra medida de protección.

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